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El lado oscuro de los diputados

Juan Antonio González

Octubre 28, 2008.

Los diputados se salieron con la suya y lograron sin más esfuerzo que el de su cerrazón, la renuncia de cuatro de los cinco integrantes del Consejo Ciudadano de Transparencia del Congreso del Estado.

Su actitud premeditadamente indolente, caprichosa e infantil, dieron al traste con el primer ejercicio ciudadano de vigilancia respecto de las obligaciones que los diputados tienen para con la Transparencia.

María Isabel Monroy Castillo, Jacinto Lárraga Martínez, Marco Antonio Coca Manzanares y Roy González Padilla anunciaron ayer por la mañana su dimisión y entregaron su carta de renuncia en la Oficialía de Partes del Congreso del Estado.

El desenlace se veía venir desde hace varios meses y no se intentó hacer un esfuerzo por evitarlo.

A nadie beneficia que una institución como ese Consejo se desplome de manera inexplicable, sobre todo, porque en el fondo lo que había era la reticencia de los diputados a ser “supervisados”.

Desde el inicio de la actual legislatura se percibió erróneamente al Consejo y las funciones que éste tiene de acuerdo con la Ley Orgánica del Poder Legislativo.

Lo que molestó a los diputados fue la propuesta de que el Consejo rindiera sus informes trimestrales desde la tribuna del legislativo. Los diputados vieron eso como una ofensa.

Como si fueran propietarios de la Tribuna y de todo el Congreso, de inmediato montaron en cólera y respondieron que eso era imposible, “los únicos diputados somos nosotros”, alcanzó a decir en una ocasión Raúl Paulín Rojas.

Bien visto, ese no era el único obstáculo, había otro que era insalvable: el de la soberbia de los diputados que no estarían dispuestos a que alguien les hiciera observaciones acerca de su comportamiento.

A partir de que se presentó el primer informe y de ahí las observaciones y sugerencias correspondientes, los diputados entendieron que habría que detener al Consejo.

Bajo la premisa de ¿quiénes es quién para hacernos observaciones? , se avocaron a mermar el ánimo de los consejeros y a fuerza de la insidia levantaron una muralla que protegiera su emblemática opacidad.

El discurso de la Transparencia entre los diputados es florido, se ufanan de ser el poder público más transparente, se vanaglorian pero solo en la palabra pues sus actos son contradictorios y mueven a la sospecha.

Del Reglamento del Consejo, del que se tienen dos proyectos de iniciativa, siguen congelados en Comisiones. Simplemente no les ha interesado el tema. Esto puede más que cualquier declaración que sobre transparencia hagan los diputados.

En un acto de buena fe, los consejeros habían acordado con los diputados de la Junta de Coordinación Política que en tanto se diera salida al asunto del Reglamento, los informes trimestrales esperarían, pero se les engañó toda vez que esa norma ni siquiera ha sido discutida en Comisiones.

De cinco informes solo se han presentado dos, pero en éstos, se hicieron señalamientos tales que los diputados fundaron razones suficientes para que fueran los únicos, no más informes.

Se les recriminó el gasto de gestoría sin comprobar, se les demandó no gastar los recursos públicos en lo superfluo, se les pidió simplemente más transparencia, más empeño en el trabajo y que en el ejercicio de rendición de cuentas informaran con veracidad a la sociedad sobre sus actos.

De esos señalamientos, el Congreso del Estado ni siquiera fue capaz de responder de manera institucional y mucho menos ha sido capaz de atender tales observaciones, su comportamiento sigue siendo el mismo.

Optaron por el enfrentamiento y cerraron la comunicación al diálogo institucional, se personalizó y se recurrió a la descalificación de los consejeros.

Lo que se abría como una ventana de oportunidad para que los diputados pudieran levantar un poco su alicaída imagen, se convirtió en un frente de batalla más.

Evidenciados ante la opinión pública de continúo por sus escándalos y yerros, los diputados aun se dan el lujo de destruir las instituciones que ellos mismos crearon.

Herencia de la anterior legislatura, el Consejo Ciudadano fue concebido como un órgano de la sociedad civil que fuese garante del acceso a la información pública en el Congreso. Esta legislatura ha visto como enemigo al Consejo por el hecho de señalarle sus excesos.

Deja mucho que desear el hecho de que en un Congreso donde debieran de privilegiar los argumentos y las ideas, se de paso a la grilla y a las animadversiones personales en el propósito de ocultar la información.

Hay ejemplos notables que muestran al Congreso del Estado como un ente desobligado con la Transparencia que incluso gusta de recurrir al engaño y a la simulación.

Que primero hayan denostado y minimizado al Consejo y a sus integrantes es solo la confirmación de la ausencia de vocación democrática de diputados que ignoran la dimensión constitucional del derecho del acceso a la información.

Algo ocurre a las personas cuando por azares del destino llegan a un cargo público por ínfimo que éste sea, más aun si se trata de uno de los tres poderes del Estado. Se transforman por completo y de súbito se asumen dueños de la verdad, de tal forma que no hay quien pueda contradecirles o sugerirles algo.

Por lo pronto han logrado lo que deseaban: deshacerse de quienes vigilarían sus actos. Habrá ocasión para que designen nuevos consejeros “a modo”, sumisos y adoctrinados, comprometidos con ellos no con la institución, tal y como lo hicieron con la Comisión Estatal de Garantía de Acceso a la Información Pública.

Demandar que los consejeros estuviesen en todas las sesiones de trabajo en comisiones era apenas un prurito lleno de incongruencia, pues las más de las veces, los propios diputados se ausentan de ellas. Baste revisar la lista de asistencia a las comparecencias de los funcionarios del gobierno estatal con motivo de la glosa del Quinto Informe, para darse cuenta de que nivel es la responsabilidad de los legisladores.

Negar espacio, recursos humanos, técnicos, materiales y económicos al Consejo para que realizaran su labor, era solo un pretexto pueril, pues los diputados cuando tomaron sus curules llegaron acompañados de una pléyade de arrimados que colocaron en todos lados, sea en el Congreso o en la Auditoría Superior del Estado.

Los pretextos para impedir el trabajo del Consejo pasaron de lo ingenuo a lo grotesco, pero para ellos, para los diputados, ha sido un éxito. No tienen quien los vigile y podrán actuar con manga ancha, total, así venían haciéndolo, el Consejo Ciudadano de Transparencia nunca dejo de ser un simple adorno.

 

VISOR DE TRANSPARENCIA

  

6as Jornadas de Acceso a la Información Pública 2008

Lista obtenida a través de solicitudes de información

 

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