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"Pues aquí, riéndonos de los navistas"

José Victoriano Martínez Guzmán

Febrero 20, 2009.

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El eslabón más débil / Febrero 12, 2009

 

El saludo ocurrió en plena gritería de protesta por parte de un grupo de Navistas que reprochaban al Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (CEEPAC) por dejar impune un desvío de recursos por parte del PRI en las campañas electorales de 2006.

La funcionaria del organismo electoral se incorporaba de la silla que ocupaba al lado de la larga fila de mesas en la que momentos antes Rodolfo Aguilar Gallegos, presidente del CEEPAC, había declarado un receso a la sesión hasta que los Navistas desalojaran el lugar.

Fue el momento del encuentro. “Hola, ¿qué tal?”. “Pues aquí, riéndonos de los Navistas”, fue la inesperada respuesta de la funcionaria pública. Mejor descripción de la forma en que las autoridades electorales valoran la participación ciudadana, en este caso a través de denuncias concretas y avaladas por tribunales federales, no pudo haberse dado. Más, viniendo de una funcionaria del CEEPAC.

La burla es la palabra del cínico. Uno a uno, los consejeros electorales daban su voto de aprobación a la determinación de dar carpetazo a la investigación ordenada por la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, mientras Rafael Aguilar Fuentes, El Chiquilín, mencionaba a gritos uno a uno los motivos por los que no debían hacerlo.

Los votos caían como burlas y los señalamientos se ahogaban en la impotencia que invadía a los acompañantes de El Chiquilín. La única reacción de los consejeros electorales ante los gritos de los inconformes era dar su aprobación a lo que más tarde Ignacio Ramírez Diez Gutiérrez describió como “se absuelve al PRI y se declara improcedente la denuncia”.

La resolución fue más allá: al cerrojazo a la rendición de cuentas sobre los recursos públicos entregados al PRI en el 2006 lo acompañaba una denuncia ante la Procuraduría de Justicia para investigar la presunta falsificación de documentos con señalamientos en contra de quienes se atrevieron a pedir transparencia en la aplicación de los recursos públicos.

Peor manera de promover los valores de la democracia y la participación ciudadana no pudo encontrar el CEEPAC de Aguilar Gallegos: “¿Pides cuentas? Embárcate en un largo proceso judicial para que al final asistas a una sesión en la que, quienes nos apoderamos del primer organismo electoral ciudadanizado del país, nos riamos de tu petición hasta el límite de la provocación, que para eso tengo facultades de desalojarte con la fuerza pública”.

Y todo estaba preparado. Afuera del Consejo Estatal Electoral, media docena de policías en una patrulla esperaban la señal para intervenir. “Son muy poquitos”, se le comentó a uno de los policías. “No se crea, a nosotros nos tocó aquí, pero hay muchos compañeros aquí cerca, pero no se ven”, explicó y enseguida se lamentó: “A nosotros nos toca ser los malos, los golpeadores”.

Estaban preparados, pues. Aguilar Gallegos lo sabía. Sólo así se explica que cuando El Chiquilín lo encaró, en actitud rijosa se le acercó rodeado de personal habilitado como guarura. La provocación al máximo. Posiblemente esperaban que el ánimo de El Chiquilín se desbordara y lanzara un golpe al funcionario. No ocurrió. La chispa esperada para encender la mecha de la intervención de los policías que rondaban el edificio falló.

La impotencia ante el cinismo se manifestaba a gritos del lado de quienes descubrían que sólo habían asistido a una sesión del CEEPAC en la que se confirmaba que los consejeros ciudadanos electorales daban la espalda a la ciudadanía y se ponían a las órdenes de los partidos políticos. Cuando menos tres videocámaras y otras tantas cámaras fotográficas registraban las imágenes de los navistas.

Del otro lado, el cinismo que tras la máscara de rijosa provocación disfrazaba el ánimo descrito por la funcionaria en el saludo –“aquí, riéndonos de los navistas”– campeaba en muchos de los funcionarios y empleados del CEEPAC. El proyectito en pleno.

Alguien recordó que también Gonzalo N. Santos se reía de quienes protestaban contra su cacicazgo. “Los proyectitos subsisten, mientras el pueblo los tolera”, parafraseó a Adolfo López Mateos. Los policías a la distancia hacían changuitos para no verse obligados a intervenir.

“¿Ya terminó la sesión?”, preguntó el policía que lamentaba su papel de golpeador. “No, hubo un receso y se están retirando los manifestantes que representan el riesgo que ustedes vienen a salvaguardar”.

Adentro del edificio, quienes se adueñaron del primer organismo electoral ciudadanizado y se reían de los navistas, ya podían hacerlo a carcajada suelta.

 

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