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Los ex gobernadores

Cuarta parte

Eduardo Martínez Benavente

Febrero 17, 2008.

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Catorce días le fueron suficientes a Fausto Zapata para sumarle pasivos al Estado por 45 millones de pesos. En las dos semanas que dispuso de las chequeras del gobierno del Estado duplicó la deuda que le había dejado el exgobernador Leopoldino Ortiz Santos. En la página 8 del informe relativo a la deuda pública 1991-1992 que rindió el también exgobernador Gonzalo Martínez Corbalá revela que los pasivos y demás obligaciones que heredó de la anterior administración ascendían a 86 millones de pesos. Leopoldino había dejado unas finanzas sanas con pasivos que apenas rebasaban los 41 millones. Sin obras ni inversiones ejecutadas en su efímero período, Fausto inició el irresponsable endeudamiento del Estado. El ahora demandante de información y transparencia, el poderoso y temido vocero del expresidente Luis Echeverría, el que fue expulsado ignominiosamente por el navismo y sus aliados, el operador del golpe y la intriga que sacó a don Julio Scherer del periódico “Excelsior”; nunca rindió un informe de los ingresos y egresos que administró durante esos días.

Es muy creíble la versión que explica el origen de su débito, y es la que se refiere a que cuando Carlos Salinas de Gortari le ordenó que renunciara a la gubernatura de San Luis Potosí por su incapacidad para apaciguar al movimiento de resistencia civil al fraude electoral de 1991; Fausto le insinuó que quién le iba a reponer los millones de pesos que habían gastado él y sus financiadores en su campaña política; y el expresidente muy presto le contestó que tomara de donde hubiera; y ese lugar no era otro que las arcas estatales. Nunca entendió que era un candidato jugable y sacrificable ante el tamaño de su opositor, como tampoco entendió que no representaba nada para el presidente. Sin ninguna dignidad soportó la humillación de Salinas, pues ante su presencia e interrumpiendo el “besamanos” en su toma de posesión como gobernador del Estado, recibió a un grupo de representantes del Doctor Salvador Nava que le entregamos las pruebas del fraude que había cometido. La campaña de Fausto fue insultante, desproporcionada, nunca se había visto tanto dispendio. La manipulación y control de los medios de comunicación eran absolutos. Nunca sabremos cuánto gastó. No encuentro otra explicación más sensata del incremento injustificado a los pasivos de esa administración. Por eso nunca se dignó informarnos en qué gastó tanto dinero.

Horacio Sánchez Unzuet lo solapó y ocultó sus desvaríos. El 27 de julio de 1993, a unos cuantos meses de haber accedido a la gubernatura del Estado, paralizado y abrumado de deudas, intentó tímidamente destapar la cloaca de la corrupción originada por el endeudamiento de sus antecesores, que alcanzaba la suma de 493 mil millones de viejos pesos. En aquella ocasión sólo se atrevió a señalar el monto de las obligaciones contraídas, sin hacer mención explícita de los gobernadores responsables, y por supuesto omitiendo el período de 14 días que le correspondió a Fausto Zapata. Su golpe temeroso lo obligó a rectificar de inmediato sus señalamientos; y a través del contador Pascual Ocaña Gómez, su Secretario de Finanzas, precisó que la deuda contraída por el interino Teófilo Torres Corzo, no era tal, sino que ésta se derivaba de créditos suscritos por Martínez Corbalá, adjudicándole así, a este último, casi la totalidad del débito y la insolvencia en la que había caído el gobierno del Estado. Martínez Corbalá le replicó de inmediato y sólo reconoció la paternidad de 308 millones de pesos; los 144 millones restantes, descontando los 41 que dejó Leopoldina, habría que distribuirlos entre Teófilo y Fausto; 99 para el primero y 45 para este último. En una de sus más brillantes actuaciones amagó al Banco Nacional de México con desconocer una parte de la deuda que reestructuró Teófilo Torres sin la autorización del Congreso del Estado. Con esto atemorizaba a Teófilo advirtiéndole que él, de su bolsillo, tendría que pagar los adeudos. Tuvo que intervenir el Secretario de Hacienda, Pedro Aspe, para aplacarlo, y para que reconociera los pasivos con la banca acreedora. Finalmente se conformó con borrar el nombre de la cónyuge de Teófilo de una escuela oficial que así habían bautizado. Ante tanta confusión y mentiras, el 20 de agosto de 1993, los 29 integrantes del consejo de directores del Frente Cívico Potosino, le dirigimos a Horacio una solicitud por escrito, como la que recientemente le presentó a Marcelo, en la que le demandábamos el esclarecimiento total de la deuda pública, pues él conocía en detalle la manera irresponsable como Fausto Zapata, Gonzalo Martínez Corbalá y Teófilo Torres Corzo le habían sumado pasivos al Estado hasta alcanzar esa cifra. Le exigíamos un informe pormenorizado de las obras, acciones y servicios que supuestamente se adquirieron con esos recursos. Queríamos conocer toda la verdad. Han transcurrido más de 14 años, y el exgobernador que ahora demanda un informe amplio y veraz de la realidad del problema que enfrentamos en materia de delincuencia organizada, no se ha dignado contestarnos; y eso, que entre las firmas que avalaban la solicitud aparecían las de su suegra, dos cuñados y una concuña. El 18 de octubre de 1995, el Congreso del Estado le autorizaba a Horacio la reestructuración de la deuda pública con sus acreedores; y para extinguir cualquier temor e incertidumbre, les extendía un cerificado de impunidad absoluta a los exgobernadores, al decretar que: “…la deuda pública asumida por las administraciones anteriores tuvo como finalidad el llevar a cabo obras de mejoramiento y servicios que en su momento fueron consideradas necesarias…”. Con este borrón y cuenta nueva, el extitular del Poder Ejecutivo y su Congreso absorbían toda la responsabilidad política e histórica de los gobiernos anteriores, y pasaba a ser este asunto una cosa juzgada que se sumaba a la lista de ilícitos que se archivan para siempre en el cajón de la impudicia y el cinismo.

 

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