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La manzana de la discordia

Eduardo Martínez Benavente

Marzo 16, 2008.

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Parece inevitable que la contienda interna del Partido Acción Nacional para elegir a su candidato a la gubernatura del Estado termine en una profunda e irreconciliable división entre los senadores Eugenio Govea Arcos y Alejandro Zapata Perogordo; y entre los grupos de simpatizantes y amigos que los apoyan. Las ambiciones y rivalidades que existen entre los punteros de ese partido, las lagunas y discrecionalidades de la Ley Electoral para regular la conducta de los aspirantes a competir como precandidatos a un puesto de elección popular, el largo camino que aún falta por recorrer para que se defina el nombre del candidato, así como la vaguedad en las normas que reglamentan las precampañas; nos permiten agorar que un resultado adverso en esta disputa no será aceptado por el senador que pierda. Ninguno admitirá su derrota. A todas estas contrariedades habría que agregarle la falta de autoridad y el desgate que ha tenido el presidente del Consejo Estatal Electoral, Rodolfo Aguilar Gallegos, por complacer las exigencias de los que toman las decisiones en los partidos políticos y en el Congreso del Estado, con el afán de que lo religan en su cargo.

Eugenio Govea les ha advertido a los altos mandos panistas que si al suplente del senador Zapata, Héctor Mendizábal, no lo remueven de la presidencia del Comité Ejecutivo Estatal del PAN, demandará la nulidad del proceso ante los tribunales electorales, por que no es posible conciliar los intereses del principal responsable de que haya imparcialidad y certeza en el proceso de selección del candidato, con sus aspiraciones para suplir a Alejandro Zapata en el Senado de la República, si es que éste resulta electo como gobernador del Estado.

Los amigos y partidarios de Alejandro Zapata, sobre todo los de la capital del Estado que gozan de una buena o mediana posición socioeconómica creen que el expresidente municipal tiene asegurada la candidatura. No conciben una derrota, y así se los ha hecho creer el propio Alejandro. El desconocimiento de la realidad panista, así como las simpatías y adhesiones de las que goza Zapata por parte de ese sector de la sociedad no les permiten ver los alcances y trabajo que realiza Govea entre otros numerosos grupos de potosinos. Creen que San Luis empieza en el Jardín de Tequis y termina en Las Lomas, y no conciben que un desconocido para ellos pueda derrotar a un político con el que se identifican y consideran su amigo. Son innegables las muestras de afecto y apoyo que recibe Alejandro cada vez que asiste a un evento social o se para en un restaurante de la capital del Estado; cosa que no ocurre con Govea, porque para la mayoría de los asistentes a esos lugares es un ilustre desconocido con el que no tienen vínculo alguno. Los que presumen de su proximidad con Zapata están alarmados por el dinero que mueve Govea. Parece contar con todos los recursos que se necesitan para reducir cualquier competencia. Esta semana demostró que por centavos no se detiene, y pagó la fiesta y comida de varios miles de invitados que asistieron a su onomástico que se celebró en Matehuala; y aunque es cierto que a la gorra ni quien corra; se requiere de organización y relaciones para concentrar a tantas personas que probablemente fueron llevadas por los alcaldes de los municipios del altiplano potosino que asistieron a su evento. La gran incógnita es de dónde obtiene tanto dinero, quién lo está financiando. Con inserciones pagadas en los principales diarios, y sin importarle que infringe la Ley por autopromoverse en los medios de comunicación como un político querido, carismático y popular, exhibió una vez más, que no descansa y trabaja intensamente para lograr la nominación de su partido, mientras que Alejandro juega golf y asiste a bodas y bautismos los fines de semana a los que asisten siempre las mismas personas.

Todavía no está definido quién será el candidato de PAN a la gubernatura del Estado. Muchas sorpresas pueden suceder en el camino, de tal manera que un tercero sin discordias puede ocupar la candidatura, y desplazar a Zapata y Govea, si es que éstos provocan un conflicto que afecte la unidad de su partido. Por lo pronto, en el proyecto de reforma a sus estatutos, que se discutirán en el próximo mes de abril, se suprimen las convenciones como método para elegir a sus candidatos, y se establecen 3 procedimientos distintos; uno ordinario, en el que se elige a los candidatos en las urnas que se instalen en todo el Estado, a través del voto directo y secreto de los miembros activos y adherentes del padrón panista, más una consulta universal para evaluar la aceptación de los contendientes. Se calcula que de esta manera se sumarán más de 50 mil electores a los menos de 10 mil que en las convenciones anteriores tenían derecho a voto. Nadie sabe quién y cómo empadronó tantos afiliados a ese partido. Lo más seguro es que su registro obedece a un intercambio de favores entre las comunidades y ejidos, con autoridades municipales u operadores políticos del gobierno del Estado: “si te afilias al partido, te apoyo con el pozo o te construyo el camino”. Con el compromiso, además, de que se le pedirá su voto en el sentido que se le señale. Otra opción para designar a sus candidatos es con el voto de todos los simpatizantes del PAN, esto quiere decir que se abre la elección a todos los potosinos; y la tercera y última vía es el tradicional “dedazo”, que puede ocurrir cuando el Comité Ejecutivo Nacional del PAN considera que no hay condiciones para aplicar los procedimientos anteriores, y los dirigentes nacionales, para salvaguardar la unidad del partido, deciden quién los representa. Aquí es dónde se puede colar como candidato un tercero, alguien como Paco Salazar, que sabe que su trabajo político de penetración entre las bases panistas es muy limitado, pero que ha sido lo suficientemente hábil para presentarse como un aspirante conciliador, marcelista y maduro; muy ajeno a los pleitos y discordias de sus compañeros.

 

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